lunes, 11 de agosto de 2014

Paulina Acuña

El perdón
Si bien sabemos el perdón es una cosa esencial para tener una buena convivencia, pero existe una persona a la cual no le gusta reconocer su errores ni pedir disculpas.
Había una vez una niña que se llamaba Amanda, tenía 12 años y  vivía con toda su familia incluyendo a sus abuelos. Un día, como cualquier otro, Amanda iba caminando rápidamente por el pasillo de su colegio debido a que iba atrasada, y de repente se atravesó una niña más pequeña y sin querer chocaron y ambas cayeron al suelo. Amanda estaba muy molesta y le dice muy enojada a la niña “debes fijarte por donde caminas niña tonta”. Al ser más pequeña y a la vez más sensible la niña estalló en llanto y Amanda sólo la miró y siguió su camino.
Al día siguiente, Amanda llegó al colegio y en la puerta la estaba esperando el director y la pequeña que anteriormente la había tratado muy mal. Segundos después se dirigió a la oficina de éste y posteriormente le llamaron la atención y  le pidieron que se disculpara con su compañera más pequeña. Amanda se enfureció y le dijo al director que ella no haría semejante cosa porque la culpa no había sido de ella. Luego el director le aconsejó que pensara bien las cosas y que se pusiera en el lugar de la otra niña. Amanda reflexionó y un poco antes de salir de clases buscó a la niña y le dijo: -perdóname por a verte tratado de esa forma, la verdad es que no fue mi intención y nunca más lo volveré hacer-.
Después de esto Amanda, la niña de 12 años,  se dio cuenta de que tenemos que aprender a reconocer nuestros errores y que debemos pedir perdón cuando es necesario.
Nunca olvides que el perdón alivia el dolor.

Respuesta 
Señorita Pauli
Presente
Querida compañera de segundo medio me gusto mucho el cuento sobre todo cuando Amanda le pidió perdón a la niña más chica y eso fue lo que me gusto señorita Pauli.
                                                                                              Benjamín
                                                                                                  Yo.



Retrato
Constanza: Es su hermosa sonrisa la que me acomoda en una situación, esa redonda cara y esos ojos verdes despampanantes a la luz del sol, deslumbrando y brillando como nunca. La respingada nariz y sus pequeñas orejas la hacen ver más inteligente y dan una sensación de armonía en ella. Al caminar resalta  su altura, sus largas piernas y su largo y delgado torso, que sin pensarlo dos veces combinan con su dorado y largo cabello. Tiene la capacidad de ser risueña y alegre, lo que contamina a las personas que la rodean, en particular a mí.
Gabriela: Un cabello sedoso y claro, como el color de las castañas. Su delicada voz suaviza la conversación y su mirada es tan profunda que siempre que te observa sabes que algo anda bien o que simplemente algo anda mal. Es delgada y de una gran altura, largas piernas y largos brazos. Su piel amarillenta y pálida queda bien con sus risadas y negras pestañas  y sus cejas largas y angostas dan una pequeña sensación de ironía. Es dulce y amable, no teme a decir lo que piensa y siempre deslumbra con su grande sonrisa y sus labios rosados ocupando un cuarto de su delgada cara. 

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